Acaba de aparecer Borges, cartas a Godel, libro en el que el escritor y biógrafo borgeano Alejandro Vaccaro revela la amistad que Jorge Luis Borges mantuvo desde su infancia y durante décadas con Roberto Godel.
Publicado por el sello Emecé, este volumen de 208 páginas aborda esa relación casi secreta que empezó en 1909, con el ingreso de Borges a la escuela pública, y perduró hasta el final de sus vidas; una amistad totalmente ajena al mundo literario del autor de Ficciones.
Vecinos en aquel barrio que por entonces era arrabal porteño también habitado por familias aristocráticas venidas a menos, cuenta Borges a María Esther Vázquez: “En nuestras casas, en la de Godel y en la mía, cometían diariamente el error de mandarnos [a la escuela] de cuellito, saco y corbata. Éramos los únicos en todo el colegio, nunca nos lo perdonaron y nos lo hacían pagar muy caro”.
Borges fue un cultor de la amistad, a la que supo denominar “la gran pasión argentina”, que se subraya en las cartas reproducidas en este nuevo libro de Vaccaro, que se inician cuando la familia Borges se traslada a Ginebra en busca de un tratamiento médico para el padre del escritor, que perdía la visión.
Desde allí, el joven Borges escribe a Godel sobre los días en Ginebra, Lugano, Palma de Mallorca y Barcelona, sus lecturas y perspectivas literarias, primeras publicaciones, el ultraísmo, y al mismo tiempo retrata –a medida que se adentra en él– el ambiente literario en la Europa de la Primera Guerra.
De hecho y para ratificar la amistad que ambos mantuvieron toda la vida, Godel fue una de las pocas personas a las que Borges llamó por teléfono desde Ginebra unos días antes de morir.
Estos documentos revelan de manera incipiente los temas, preocupaciones y obsesiones que más adelante desarrollaría en sus textos, pero también descubren a un Borges cercano, al amigo y confidente.